No todo lo que brilla es oro. El hecho es, que uno no tiene que ser de oro. El oro es únicamente un símbolo. Y como ser humano somos mucho más que un simple símbolo.

Las victorias exteriores son los más cotizados, pero todos sabemos (o al menos todos deberíamos saber) que las victorias más grandes y más importantes provienen de las duras batallas que se luchan en la profundidad de nosotros mismos.

Es el otoño de 1994, Los Angeles, California. Yo estaba viviendo el mejor momento de mi vida, viviendo mi sueño infantil de ser un modelo profesional. Solamente Dios sabe de dónde saqué esa idea loca para convertirme en un modelo, pero de todas formas, aquí estoy en el otro lado del mundo, en la ciudad de ángeles, alrededor de celebridades como si fueran personas comunes. Trabajando para grandes firmas y campañas internacionales, videos musicales, haciendo desfiles de moda, y más. Loco tiempos, agitados pero tan maravillosos que no los cambiaría por nada.

Para la Navidad 1994 reservé un trabajo con una compañía finlandesa grande. No tuve ni siquiera que hacer una audición para ella. Ellos me querían a mí y nadie más. Era el momento perfecto, podría utilizar esta oportunidad para pasar la Navidad y Año Nuevo mi familia y amigos en Finlandia.

Era las 8:00 de la noche en el 10 de Enero. Mi madre y yo estábamos viendo la televisión y de repente empecé a sentirme raro, al igual que si estaba borracha. Mamá me llevó de inmediato al centro de salud más cercano, de ahí a la sala de emergencias. Estábamos sentados ahí por algunas horas esperando tratamiento. Y después de 6 horas estaba completamente paralizado. Todo se volvió como una película. Que me está pasando? (por el amor de Dios). Mi vida dio un giro total.

Después de seis meses de rehabilitación en Helsinki los doctores me diagnosticaron con el síndrome de “Locked-In” (LIS) De mi vida fantástica, ahora paso a vivir con mis padres como un bebé, completamente paralizado, dependiendo por completo de ellos. Esto no era lo que tenía planeado para el futuro. Me hundí en la Depresión. Tiempos difíciles estaban por delante, pero aun así no quería tomar ningunos antidepresivos. Pensaba que iba a tener que afrontar las consecuencias tarde o temprano, por lo que bien podría ser inmediato y aceptar de una vez la realidad.

He llegado a la total aceptación por el camino. No puedo precisar el momento exacto en que ocurrió. Probablemente crecí en ella. Logré entender que estas eran las cartas que me han sido repartidas y que no me quedaba nada más que hacer lo mejor de mi nueva vida.

Ahora 18 años después, me casé con un hombre maravilloso (tan irreal como parece!) en un hermoso soleado día de invierno!

Mi nombre es Kati van der Hoeven (Lepistö). Físicamente estoy encarcelado, pero mi alma se eleva como ningún otro.